viernes, julio 24

Siguiendo un poco con Bolivia, acá dejo un relato de un minero boliviano:


"Cuando me siento, borracho estoy. Tres, cuatro, veo a la gente. No puedo comer solo. Una huahua soy, pues. Un niniño." Saturnino Condori, viejo albañil del campamento minero de Siglo XX, está tendido desde hace más de tres años en una cama del hospital de Catavi. Es una de las víctimas de la matanza de la noche de san Juan, en 1967. Ni siquiera habí festejado nada. Por trabajar el sábado 24, le habían ofrecido pagarle tripli, así que decidió no sumergirse, a diferencia de todos los demás, en el delirio de la chicha y la farra. Se acostó temprano. Esa noche soñó con que un caballero le arrojaba espinas al cuerpo: "Espinas grandes me ha empujado". Se despertó varias veces, porque la lluvia de balas se desencadenó sobre el campamento desde las cinco de la mañana. "Mi cuerpo se ha deshecho, se ha descomponido, medio templación me ha agarrado, y yo asustado, y yo asustado, así he estado. Mi señora me ha dicho: anda, escapate. Pero yo ¿qué había hecho? A ninguna parte no he salida. Andate, andate, me ha dicho. Tiroteos había de noche, qué será eso, que será,
pap-pap-pap-pap-pap-pap. Y yo mismo despertando y durmiendo así de a ratos, y ni asimismo he escapado, mi señora me ha dicho: pues andate, pues andate, escapa. Qué me van a hacer, le digo, yo soy un albañil particular, qué me van a hacer."
Se despertó a eso de las ocho de la mañana, Se irguió sobre la cama. La bala atravesó el techo, atravesó el sombrero de su mujer y se le metió en el cuerpo y le reventó la columna vertebral.


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